Las reglas que me escribí para no manipular nunca más a quien amo
No fue una pelea. Fue una epifanía. Me di cuenta que estaba usando mi inteligencia emocional para ganar, no para cuidar.
Que muchas veces usaba verdades para debilitar, no para construir.
Y que la persona que más amo, esa que elegí para mi vida, era también la que más terminaba pagando el precio de mis miedos no resueltos.
Entonces me senté. Y escribí esto.
Para mí. Para recordarme quién quiero ser.
Y para no volver atrás.
1. Si está reaccionando, está en necesidad
No le devuelvo con juicio lo que puede ser sostenido con ternura. El grito es un pedido disfrazado.
2. No doy opiniones sobre otras personas primero
No condiciono su percepción. Su intuición es más fina que mi lógica. Si influencio su juicio, manipulo su poder.
3. Si tengo más información, tengo más responsabilidad
No uso lo que sé para ganar discusiones. No es ajedrez. Es un refugio. Y el ego no tiene llave.
4. Si olvido algo importante para ella, es una forma de ejercer poder
Y si lo “recuerdo mal”, peor. No es un simple error. Es un mensaje no verbal de desinterés. O de dominio.
5. Si me cuesta decirle que no, probablemente estoy acumulando un sí falso
Y eso se paga caro después. Con resentimiento. O con una traición silenciosa.
6. No tengo derecho a decidir qué es seguro para ella
Porque tengo sesgos. Porque puedo estar protegiendo mi control, no su bienestar.
7. No puedo esconder mis errores en el lenguaje
No maquillar una intención con frases lindas. No es retórica lo que se necesita. Es coraje.
8. Nunca usar lo que me contó en vulnerabilidad como arma
Ni siquiera para hacer un punto. Ni siquiera en silencio. Ni siquiera en mis pensamientos.
9. No quiero que me admire. Quiero que se sienta segura conmigo
Y si hay que elegir, prefiero perder su admiración antes que perder su confianza.
10. Si no estoy dispuesto a mirarme con brutal honestidad, no estoy listo para amarla
Porque sin autoconciencia, el amor es una actuación. Una copia. Un acto inconsciente.
No escribí estas reglas para parecer virtuoso.
Las escribí porque no quiero ser un hombre que destruye lo que más desea proteger.
Porque estoy harto de ganarme el respeto de todos menos el de la persona con la que comparto la vida.
Porque quiero ser digno.
Incluso cuando nadie me esté mirando.