Estar Capaz
"Ser capaz, no estar capaz", corrijo (otra vez) a mi esposa alemana. ¿La quinta vez? ¿La décima? Ella sigue contando su historia. Yo me quedo pensando.
“Quizás estoy equivocado… Ser es una capacidad permanente. No tiene sentido decirlo así, ¿no?” Intento recalibrar.
Ella lo busca. Resulta que ser es lo correcto. Oficialmente.
¿En serio?
Me vienen un montón de preguntas.
¿Será que el bajo desempeño de muchos hispanohablantes se relaciona con una fixed mindset, reforzada por su estructura gramatical?
¿O soy yo, el ingenuo que cree que es posible estar incapaz hoy y estar capaz mañana?
No sé.
Pero elijo creer la historia que hoy me hace mejor.
La historia de que todo es posible. Que no quiero todo.
Y que enfocarme en lo poco que sí quiero vale más que lamentarme por no ser tan exitoso como Mengano o tan millonario como Fulano.
Porque en el juego de la envidia no se vale cortar “una partecita” de cada persona y armar un Frankenstein.
Si lo hacemos, nos estamos estafando.
¿De verdad querría ser otra persona al 100%? No.
¿Puedo acercarme a esas partes que admiro? Depende. No puedo cambiar mi estatura ni un centímetro, pero sí puedo entrenar, mejorar, superarme. Día a día.
¿Y lo que no se puede cambiar? Aceptación.
No hay alternativa. Lágrimas o no, el muerto no se levanta.
Y yo, yo estoy vivo. Tengo una sola vida.
¿Voy a vivirla en el mundo del “si tan solo...”?
No, gracias.
Estoy en este momento. Ocupado. Presente.
Ya habrá tiempo para lamentos.